Jan 17, 2013

La edad dorada del opio


Una joven blanca educada y de buena familia comenzó a fumar opio a los dieciséis años en San Francisco en 1880, más tarde se convirtió en prostituta, se trasladó a Victoria, en la Columbia británica, y fue encontrada en un fumadero de opio en 1884 por la Royal Commision. La transcripción de parte de su interrogatorio lee como sigue:

P: ¿Por qué empezó a fumar opio?

R: ¿Por qué empieza la gente a beber? Problemas, supongo que ellos me llevaron al opio. Pienso que es mejor el alcohol. La gente que fuma opio no llama la atención; no dañan a nadie excepto a sí mismos, y en realidad no creo que lo hagan mucho.

P: ¿Y por qué lo fuma ahora?

R: Porque no tengo otro remedio; no puedo vivir sin el opio. En parte es por el tranquilo goce que me da; en parte por escapar del horror que me espera si dejo de fumar. Cuando fumo, todo está bien, puedo mantener la casa en orden. Me siento con energía y puedo trabajar como cualquier otra persona. No estoy nerviosa, no me siento enferma, ni siquiera siento la necesidad de fumar más opio.

P: Entonces, ¿por qué vuelve a él?

R: Ah, esa es la cuestión; llega un momento en que me fallan las manos, se me humedecen los ojos y lagrimeo, y ya estoy lista para caer de nuevo; entonces vengo aquí al fumadero y por un poco de dinero me pongo bien otra vez. Se dicen muchas tonterías del opio. Sin él la vida sería insoportable, no me quita la salud. Pero supongo que todos tienen sus propios problemas. Yo tengo los míos.

P: No deseamos ofenderla, pero ¿es usted lo que llamaríamos una mujer fácil?

R: Sí. Pero se equivocaría usted si imaginara que todas las mujeres que vienen aquí a fumar opio lo son. En San Francisco he conocido a gente de clase alta visitando estos lugares, y aquí en Victoria muchas personas respetables hacen lo mismo.

P: La gente de su clase, ¿es por lo general adicta al opio?

R: No. Es más aficionada al alcohol, y el alcohol les hace más daño. Beber excita las pasiones, mientras que el opio las calma; y cuando una mujer bebe, se convierte en presa fácil.

P: ¿Tiene usted algo que añadir...?

R: No; diría, de todas formas... que si los fumaderos de opio fuesen legales como lo son los salones donde se vende alcohol, una no tendría necesidad de venir a estos agujeros infames a fumar... Lo haríamos en bonitas habitaciones tumbadas en bonitos divanes, y esta degradación no tendría lugar. El gobierno que no permite salones de opio debería cerrar los bares y hoteles donde se vende vitriolo como si fuera whiskey y brandy, y donde los hombres se malogran con una rapidez y una certeza que está mucho más allá de las que pueda producir el opio.

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